Para adentarse en el mundo del periodismo se requiere mucho más que escribir bien, más que saber responder a las famosas w´s que aparentemente encierran el misterio de la información; se necesita más que un diccionario panhispánico de dudas y mucho más que una carrera universitaria. El elemento indispensable es la vocación.
La resistencia y disciplina también son básicas porque el panorama al que te enfrentas no es siempre el más optimista: muchas horas de trabajo, poca paga, algunos abusos e intereses ajenos a la verdad.
Como leía hace unos minutos el buen periodista debe estar orgulloso de serlo, no haciendo gala de pedantería, pero sí con la satisfacción de cumplir con la misión de aportar a la sociedad un trabajo bien hecho. No necesariamente dentro de un medio masivo, también al interior de una empresa o gabinte de comunicación.
Es verdad que el periodismo apuesta cada vez más por lo impactante, lo que vende, lo que logra
captar de inmediato la atención del lector, pero debemos cuidar el contenido de las noticias, que la necesidad de estar informados en poco tiempo no se convierta en una simple embarrada de la realidad.
Muchos jóvenes sueñan con cambiar el mundo a través del periodismo, pero la realidad es distinta. Se topan con un panorama en el que se ven limitados por los intreeses de ciertos grupos de poder. Es bien sabido que el negocio de la información es muy rentable, por lo tanto el que la tiene en sus manos tiene el dominio del poder. De ahí que muchos vean en los medios la mejor manera de servir a sus intereses y brincar contra aquel que se atreva ha ponerlos en riesgo.
Es cierto que ser periodista no es sinómino de libertador ni revolucionario, pero sí de conocimiento, capacidad de análisis, compromiso, veracidad y sobre todo mucha vocación.
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